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¿Es Argentina un país con vocación destituyente?.
¿Es Argentina un país con vocación destituyente?.
Desde la
sanción de la Constitución Argentina en 1853, ha habido diferentes apuestas al
derrocamiento de quienes sustentaban el poder, por quienes no lo hacían; algunas
veces en forma manifiesta y violenta, y en otros disimulados en otros
procedimientos.Urquiza y
Mitre, recurrían a la fuerza militar propia y prestada, para alternarse,
apareciendo la primera variante sobre este modelo, con Leandro Alem, que
propicia las milicias populares en los cantones, para derrocar el régimen de
Juarez Celman, si bien el General Campos le prometió un apoyo militar que no
parece haber sido cumplido.
Hipólito
Yrigoyen, cansado de padecer los “acuerdos” roquistas, para evitar la
llegada del radicalismo al poder, jugó
dos veces su fortuna personal, en revoluciones “progresivas”, donde iba
captando amigos y convenciendo enemigos, mientras tomaba destacamentos y
cuarteles, sin lograr el objetivo final de remover el sistema vigente.
El mismo,
inauguraría el proceso de “abstención revolucionaria” que como la política de
“tierra arrasada” iría despojando de poder y representatividad a los gobiernos
elegidos a dedo, y que de hecho desembocarían en la Ley Saenz Peña, de supuesto
sufragio universal, aunque las mujeres, siguieran estando fuera de ese
“universo”.
Proyectado
Yrigoyen a la Presidencia en 1916, sufriría largamente, un proceso de
“obstrucción” de sus políticas, a través de Cámaras de representantes, plagadas
de conservadores, que se oponían sistemáticamente, sumando a integrantes de su
propio cuño radical, planteados como “antipersonalistas”. Era una falacia ya
descripta por los griegos, aquella de atacar a la persona, cuando no se podía
atacar sus argumentos.
Llega 1930,
y con Uriburu, irrumpe nuevamente el “golpe militar” para arrasar con el poder,
doblemente lesivo, proviniendo de quien ha jurado por la Constitución, defender
el sistema vigente, y por ser generado por quienes han recibido armas,
justamente para esa defensa.
La gravedad
de este hecho, queda en un plano todavía reducido, cuando el órgano
representativo de la justicia, nada más y nada menos que la Corte Suprema,
convalida el golpe, introduciendo la nefasta teoría de la “revolución
triunfante”.
De ella se
valdrán los golpes militares posteriores, de la misma década del 30 y aún de la
del 40, “suspendidos” durante las Presidencias justicialistas y reiniciados por la llamada “Revolución
libertadora”, de 1955 contra el propio Perón.
Como en el
30 contra Yrigoyen, sectores de la oposición, medianamente sofocados en sus
expresiones por ese sistema, caen en el error de convalidar el golpe,
reabriendo una costumbre que se reiteraría con los de azules y colorados, que
terminan deponiendo a Frondizi, o con Onganía sacando a Illia de la Rosada.
En el caso
de Illia, se introduce la variante de incorporar sectores del sindicalismo
(representados por Vandor) en la foto de los usurpadores.
En ese
período, el golpismo considerándose casi como poder consolidado, generará los
pases de mano posteriores, de Onganía a Levingston, y de este a Lanusse.
Esa
conculcación de los derechos populares de acceso al poder, y cierto intento de
réplica de los movimientos revolucionarios, sostenidos en países en desarrollo,
desde potencias extranjeras, derivarán en la aparición de otra violencia a
fines de los sesenta e inicios de los setenta, que involucrará a los grupos
armados identificados como ERP, Montoneros, FAR, y FAP.
El retorno
de Perón, tironeado como Tupac Amaru, desde la derecha y la izquierda,
amparando a un nefasto Lopez Rega, creador de las tres A, para responder a esa
acción terrorista, con otro terror sostenido desde el propio estado, actuando
bajo las sombras; abrirían las puertas del golpe más sangriento y terrible de
nuestra historia: El llamado “Proceso”.
No
alcanzaron a frenarlo, ni el histórico abrazo de Perón y Balbín, ni la muerte
del líder justicialista. Por el contrario, a partir de ese 1 de junio de 1974,
arrancaría otra historia, que devendría en golpe.
Como en
otros casos, un socavamiento previo, resaltado por los medios, había distendido
las prevenciones de la sociedad, frente a un nuevo golpe: “el vacío de poder”
de Isabelita, dando paso a la “aniquilación” de la guerrilla propuesta por
Luder, eran el caldo de cultivo, esperado por los sectores, que utilizaban a
los militares, como agentes de sus intereses.
No voy a
abundar en precisiones de ese período nefasto, que concluyó en miles de
desapariciones, torturas y muertes, una guerra impensada, y una devastación
económica, que llevó la deuda externa argentina de 5 a 45 mil millones de
dólares, como resultado de la estatización de la deuda privada, y la licuación
de activos del estado.
Con la
llegada de Alfonsín, todos vislumbramos un nuevo amanecer, pero la paz todavía
se vería alterada por “Semana Santa” y “La Tablada”, como últimos estertores
del uso de la violencia, intentando golpear o por lo menos debilitar al
sistema. En ambos casos el repudio mayoritario, pesó tanto para sofocarlos, que
los tradicionales sectores ocultos tras cada golpe, fuera este militar o terrorista, tomaron nota
y decidieron cambiar de metodología.
Los todavía
poderosos jefes militares, desfilando frente a tribunales constitucionales,
parecieron sellar un período de la historia que por sus hechos y sus
consecuencias, nos puso en la consideración de todo el mundo.
La presión
económico-financiera fue la nueva herramienta, a la que desde entonces, echaron
mano, los intereses de la llamada “Patria Financiera”, siempre apoyados en
algún sector de oposición, ávido de acceder o recuperar el poder.
Cavallo
recorriendo las provincias, para “invitar” a no pagar los impuestos, o viajando
a los centros internacionales, para exigir que no se diera crédito a la
Argentina, fue la cara más visible de ese “golpe institucional financiero”, que
obligó a Alfonsín a entregar el poder a Menem, antes de tiempo.
El autor de
la estatización de la deuda privada durante el “Proceso”, seguía fiel a sus
sostenedores, produciendo su segunda intervención histórica. (Faltaban otras dos,
tan nefastas como esas).
Los
“saqueos” en muchos casos promovidos, aceleraron un proceso que derivó en el
acceso al poder, de la propia casta generadora de golpes, encubierta bajo la
máscara de un líder popular, Carlos Menem.
La trampa
del “uno a uno” (ideada en su tercera intervención por Cavallo) derivó en un
drenaje de divisas al exterior, que comprometió al país a niveles impropios,
para un PBI que no crecía en la misma medida.
Solo un
avance debe registrarse en este informe, los sucesos vinculados a la muerte del
soldado Cardozo, llevaron a Menem a terminar con el servicio militar
obligatorio, sacándole “la tropa”, a los promotores de golpes al viejo estilo,
y acelerando los nuevos procedimientos.
Alfonsín,
sin digerir su salida temprana, que opacara su irrupción de líder carismático
(pero que no oscurecería su recuerdo como padre de la Democracia) vuelve a
recurrir al “acuerdo” al viejo estilo de Mitre y Roca, favoreciendo la creación
de la “Alianza” para sacar del poder al menemismo.
Dentro del
sistema, generando una posible mayoría, con la unión forzada de sectores que
“no pegaban” ni ideológica ni operativamente, esta nueva forma de acceder al
poder, tenía con su nacimiento, fecha de defunción. Y los que estaban “afuera”
lo sabían.
Solo hacía
falta un “nuevo helicóptero” para reproducir la foto del golpe a Isabel; y los
nuevos saqueos, sumados a una novedosa expresión: “el cacerolazo”, generaron la
¨réplica”, esta vez sin recurrir a las armas.
La
saturación popular frente a un “desgobierno” que había recurrido otra vez a
Cavallo, empujaron un nuevo proceso de salida, de quienes unos años antes,
habían accedido al poder.
El golpe de
mano de Rodriguez Sa, debería computarse como otra forma de acceder al poder
casi de “atropellada” mientras Duhalde preparaba “su programa”, y el vaciamiento
rápido de su fugaz irrupción, proyectó a la presidencia, a quien estaba sin
dudas, esperándolo con ambas manos.
Kosteki y
Santillán acortarían los tiempos de ese sueño Duhaldista, de ser el primer
Gobernador (y hasta ahora el único) de la Provincia de Buenos Aires, en llegar
a la Presidencia, aunque no fuera por voto popular. Y como operador
privilegiado de su herencia, al ver que no crecían las encuestas de De la Sota;
buscó como apuesta de manejo futuro del poder, a alguien que consideraba equivocadamente
manejable: Nestor Kirchner.
Ja.
El resto es
demasiado reciente como para relatarlo, si bien se registran repeticiones, de
procesos ya verificados, como la casi recreación de la Alianza, para remover
del poder al kirchnerismo, y las expresiones con cierta nostalgia
desestabilizadora, en algunos escenarios kirchneristas.
Casi como
una gimnasia histórica, para no perder la costumbre.
Hasta se ha
creado un verbo, de uso exclusivo entre nosotros: “fragotear”, para definir esa
tendencia, y lo gracioso es que al heredero de la familia Fraga, propiciadora
de ese verbo por sus posturas tradicionales, se lo considera un “analista
político”, y se le piden estadísticas.
Somos muy
particulares, los argentinos.
Manuel Vila
(2018)
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