lunes, 11 de marzo de 2013

AMIGOS BAJO CUERDA (Rioja y Caseros y San Juan y Boedo)

Por años me pregunté como era posible, que dos esquinas hermanadas por la tradición y el progreso como San Juan y Boedo, y Caseros y (La) Rioja no tuvieran un medio de comunicación que las uniera. los "Artistas del Pueblo" y la Peña Pachacamac, como nudos de una pasión gemela por lo cultural con sangre de pueblo, o las vidas comunes a ambas esquinas de Julián Centeya y Homero Manzi, o José González Castillo, y su hijo Cátulo, al que seguramente quiso ponerle Catulo (como el poeta romano) pero al que el verso (sic) le jugaba en contra. No me creo lo de "Descanso dominical", para mí siempre fue una broma de boliche, jugando con el significado de "Domingo" que sí es un nombre. Recorrí con la memoria los orígenes también asociados, entre ese matadero que tenía comisaría en la esquina de Caseros y Rioja sur y esas cuadras de Boedo donde se vendía el cuero que venía de los Corrales. Y en los corsos multitudinarios que bullían en ambas esquinas, y que algo desteñidos aún movilizan a su gente. Si habré pensado en llegarme hasta la terminal del 134, para exigirle que en vez de cruzar Boedo por Garay, se acercaran a San Juan; o a la del 160, para protestarle por atravesar Caseros tan cerca de (La) Rioja y no arrimarse a la esquina. Boedo y Rioja (basta de embromar con La) hasta compitieron en aquello de ser "la Florida del Sur", preciado galardón que denotaba la nobleza propia del arrabal. Caminar hasta Sáenz, o desde Sáenz por Caseros, o hacerlo por Boedo, desde San Juan hasta Garay, para ir en colectivo, de esquina a esquina me resultaba tan ridículo como tomar un taxi, y de puro renegado, me hacía el recorrido gastando la ya débil suela de mis 41. Pero la unión estaba llegando, lenta y subrepticiamente, como corresponde a dos barrios que se respetan y aprecian, pero que no se pueden dar el lujo de demostrarlo. Porque sus corazones vibran con la misma intensidad, por dos divisas que se reconocen complementarias pero que por eso mismo, como polos iguales de un imán, rechazan asociarse. Por arriba y a la vista, era muy difícil reunir a esas dos esquinas de tango y de guapos, de "cuervos" y "quemeros", de los que eran de allá o eran de acá, había que hacerlo bajo cuerda, o mejor dicho, bajo tierra. Cuando ya desesperábamos de poder comparar el café del "Homero Manzi" o de "Sur", con el de "La Quintana" o "Arabar", cuando pensábamos que la estatua de Monteagudo iba a seguir aislada del "Paseo de las esculturas", un ruido sordo a nuestros piés nos dio la pista para irrumpir en cualquiera de ambas esquinas desde las entrañas, y sin aviso previo. Hacía falta el subte, combinación de por medio, para ligar las dos esquinas más tradicionales de Boedo y Parque de los Patricios, y esperar un tiempo para que se una la hermanita perdida de Pompeya, cuando deglutiendo tierra, (o más bien agua en este caso) el mismo llegue a Saenz y Roca (ahora Fco. Rabanal) donde todavía existe La Blanqueada. Manuel Vila