La
Condición social o el origen como
estigma personal y su reflejo en nuestro idioma.
Si bien fue
la alta Edad Media la que profundizó la división social en clases, ya desde la
antigüedad esa diferenciación existía, y no solo condicionaba posibilidades de
cambio entre clases sino que sus denominaciones han quedado, primero en el
latín, y luego en las lenguas romances (de las cuales el castellano es una de
ellas), como “calificatorias” de presuntas cualidades personales.
Noble: La nobleza, clase dominante en Roma integrada
por los llamados “nobiles-e”, que se
autopresentaba como modelo de comportamiento social, conllevó la transformación
de ese sustantivo en un adjetivo que
califica positivamente como sinónimo de bondad y de don de gentes.
Villano:
Como contraposición, los “villanus-a”
que eran los trabajadores del campo o de lo que luego se llamaron haciendas,
terminaron sirviendo de calificativo peyorativo de las condiciones morales.
Esclavos: Ya hemos desarrollado en otra investigación el
origen de la palabra que no existía
en Roma (se usaba servus-a para calificar esa función) y que parece provenir de
la etapa en que los Estados Vaticanos sojuzgaron a sectores de “eslavos” que luego ponían bajo esa
condición, y de ellos derivaría con previa distorsión fonética, la
generalización del término.
Bárbaros: Los griegos (y luego los romanos) usaban esa
denominación para todos los que no comprendían su idioma, y en correspondencia
su cultura. Como al mismo tiempo consideraban su cultura superior a todas las
de su tiempo, el vocablo terminó calificando a quien lo recibía como de baja
cultura, y capaz de cometer “barbaridades” por tal razón. La expresión “barbarie”
resulta entonces una síntesis de bajos procederes.
Avaro – avaricia: Los ávaros eran un pueblo
que ya en el siglo V se ubicaba en los Balcanes, y después de desplazar a otros
pueblos amenazaban la Roma de Justiniano. Este con varios frentes abiertos,
optó por sobornarlos con valores, para que no atacaran Roma, sino que desviaran
hacia el norte sus intenciones, lo que los ávaros vieron de buen grado. Desde
allí el interés desmedido por los valores económicos, que desde los griegos se
denominaba philarguria, pasó a ser “avaritia”
llegando como avaricia a nuestros días, y calificando como avaro (ya sin acento inicial) a quien cae en ella.
Vándalos: Este pueblo establecido ya en el
Siglo I en la zona centroeuropea, inició en el siglo IV una migración guerrera
que los llevo a dominar en el siguiente, la península Ibérica, el Norte de
Africa, Corcega, Sicilia y Cerdeña. Como impulsaban la iglesia arriana,
opositora de la católica, los pueblos hispanos sojuzgados usaron la
denominación de vándalos para calificar
a quien hace tropelías. Y hay otra curiosidad, como en latín su denominación
era “vandalus” y como la v se pronunciaba como u, o sea “uandalus” los árabes (a
los que dominaron en Africa 2 siglos), para los cuales la u adelante implicaba
de (o sea pertenencia) creían que el nombre real era “andalus” y al entrar
dominantes en el sur de España que para ellos era tierra de los vándalos, crean
el reino de Al Andalus, quedando para esa zona la denominación de Andalucía.
Burgués: Con la Edad Media, los villorrios
amurallados se transforman en pequeñas ciudades llamadas “burgos”, muchos de
cuyos pobladores, empiezan a enriquecerse a partir del comercio. La nobleza
veía irrumpir esa nueva casta, muchas veces con más riqueza que ellos sin “su
linaje” y empezaron a asociar el término “burgués” con quien se enriquecía sin
esfuerzo y de forma espuria. En la actualidad los sectores de izquierda lo
refieren directamente a un comerciante explotador.
Señor: En la Edad Media Señor no era cualquiera.
Para tener un señorío, que era un título de nobleza de baja alcurnia, pero con
dominio territorial, era necesario que la autoridad superior del Reino, ducado,
o condado, lo autorizara como tal. Queda como un calificativo común de buena conducta,
aunque ya luego generalizado.
Caballero: El arma de caballería, era la de
mayor prestigio entre los combativos habitantes de la Europa medieval, y como
tal el Caballero, era reconocido con título y muchas veces territorio, sobre
todo luego de las batallas donde saliera triunfante. Queda como calificativo de
hombre de buenas costumbres, y trato gentil, aunque también muy generalizado.
Escudero: Siempre al pié del Caballero, dejó
como modelo al inefable “Sancho Panza”, y se usa para calificar a alguien que
desarrolla su actividad a la sombra de otro.
Ya seguiremos.
Manuel Vila (2017)
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