El
Truco:
En la edad media se usaba ya el verbo en
latín trocare, cuyo origen parece haber sido en principio torquere, y luego sufrió
una transposición de la r pasando a troquere, y/o trocare. Su significado
original de torcer, dar vuelta, se acopla al de trocar, cambiar o intercambiar
cosas, de uso en el Medioevo y llegada a nuestros días. El acto de trocar es el
trueque.
Siendo el trueque un sistema en uso desde la
antigüedad; durante los siglos XII a XIV después de Cristo, sin mayor difusión de la
moneda metálica, y con las fortunas reducidas a los señores, favoreció su
desarrollo entre campesinos y burgueses, como medio de intercambio de bienes y
productos, pero no se vió ajena a su uso, la propia nobleza ante la falta de
otros recursos.
Siendo siempre subjetivo el valor de los bienes
a intercambiar, definir sus valores comparativos implicaba una discusión entre
ambos “trocadores” hasta el acuerdo que facilitaba el trueque.
Los juegos de naipes (nahipi en árabe) o barajas llegan a España
en esa misma época introducidos desde Oriente (China e India) por los árabes.
La clásica división en 4 palos de la baraja (oros, bastos, espadas y copas) si
bien ya encuentran raíces en tiempos muy anteriores, caracteriza las
ocupaciones de los hombres destacables de aquellos tiempos, desconociendo las
labores de campo que no se consideraban de jerarquía, en: 1) si se destacaba por su fortuna (oro), 2) si
eran hombres de espada (espada); 3) si eran funcionarios de la corte cuyo
símbolo era el bastón (bastos); y 4) hay distintas interpretaciones de las
copas que van desde el comercio hasta el arte.
En ese momento y con esos elementos nace el
juego de cartas o naipes del troque, que
luego pasará a truque, y terminará en truco. [Algunas versiones lo vinculan a
la expresión árabe truc, pero la existencia de palabras de origen o derivación
latino-romance, eran siempre preferidas hasta como resistencia por los
cristianos, y su uso llega cuando ya España está expulsando a los árabes].
Las acciones de cada mano donde cada “trocador”
muestra su carta y supera o pierde en valor frente a la del oponente, recuerdan
el intercambio en el trueque en este caso sobre un elemento ficcional (la
carta) con un valor predeterminado (la escala de valores de cada una que se estableció).
El abrir la “mano” también refiere a lo que muestra cada uno hasta ese momento
en sus manos, y el ganador de una mano, abre la otra para ofrecer ahora la
ventaja (como corresponde a un caballero medieval) a su contrincante. El que
gana dos manos, gana el juego.
Como inicio de “cortesía” el jugador que tiene
la “mano” invita al otro a comparar sus elementos de juego antes de iniciar el
intercambio, ese acto que toma el verbo también latino de invitare (de in vita, introducir en su vida), que en esa
derivación medieval se ha suavizado a envidare, se llama por lógica ”envido”, y
el contrincante puede aceptar esa invitación y medirse , desafiar si tiene
valores que considera superiores, o rechazarla y pasar al “trueque” sin más.
Como particularidad, el “envido” compara
posesiones en cantidad de una línea de valores, a través de la suma de dos
cartas del mismo palo, se demuestra ser rico en cantidad de oros o espadas, por
acumulación de valores superando en número al contrincante (33 contra 30, por
ejemplo) aunque los palos mostrados por cada uno sean diferentes.
Es una toma de posiciones de “acreditación
personal” de quienes van a competir.
En el truco, que viene luego, los valores son
específicos de las cartas, definidos por un órden que si bien es difícil de
evaluar, tenemos algunas pistas; las dos cartas de mayor valor son el as de
espadas y el as de bastos. Considerando que el término as debe derivar de aes-
aeris que eran las monedas de cobre y bronce romanas y que dos de ellas
representaban la espada y el basto, no parece quedarnos dudas de que hablamos
de valores monetarios instalados en esa sociedad como referencia histórica
superior, y como tales tomados en el juego.
Por detrás de ellos ya el órden no es tan
fácil de determinar en cuanto a su origen y significado; ¿porqué los otros dos
ases, quedan tan lejos en su valoración, superados por los dos y los tres?, y ¿porqué
dos de los sietes se instalan solo por debajo de los dos ases mayores y los
otros dos caen en el vacío numérico? son incógnitas que por ahora quedan en el
rincón de los misterios, hasta que un documento inesperado, o una mente más
inteligente (que la mía) logre desentrañarlas.
Curiosamente, como el desafío a “trocare” es
previo a cerrar el intercambio, se prestó (como en la realidad de los trueques)
a exagerar el valor de las piezas guardadas a cambiar y a la “mentira” para
ganar el juego si el oponente se asusta. Se está ocultando el verdadero valor….se
está “trucando” ese valor. Y coincide esa etapa de transformación de la
denominación del juego de troque a truque, con el comienzo del uso de la
palabra trucar por engañar o falsear un valor determinado.
Hasta qué punto los vocablos influyeron en el
juego, o el juego en el sentido de los vocablos, es un tema difícil de
determinar, pero está claro que su transformación fue contemporánea.
El truco ya instalado mayormente en Valencia,
Castilla y Galicia, se hizo costumbre prevaleciente sobre otros juegos de
cartas en Argentina, Uruguay y Paraguay ocupando también la atención en varios
países americanos.
Su uso se hizo tan popular que sirve para
caracterizar hasta a las personas, en una sociedad individualista donde todos
queremos ser ases, y ninguno un cuatro de copas.
Muy interesante. No juego al truco pero me interesó el tema por el contexto histórico en que surgió y por el modo en que se describen las transformaciones que se dieron en el lenguaje. Gracias por el aporte enriquecedor.
ResponderEliminarGracias por volcar tu opinión, querida Alicia
Eliminarmuy bueno
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