Caracteres arquitectónicos moriscos, en la Buenos Aires Colonial
Razones históricas de
la influencia morisca
1) Las personas y los materiales
Cinco siglos de dominación árabe en el norte de España, y
siete en el sur, dejaron improntas importantes en la arquitectura española,
pero aún al caer Granada en 1492, el estilo mudéjar, prolongó esas
características, y las proyectó a las colonias americanas, que nacían en ese
mismo año.
El rápido despoblamiento de la primera Buenos Aires en 1541,
no le permitió adquirir característica alguna, dejando paso a su segunda
fundación.
Ya en 1513, en las instrucciones a Pedrarias Dávila, el Rey
proponía calles tiradas a regla y cordel, y una plaza central; que se completan
en 1523, con las de Carlos Iº a Hernán Cortés, esbozando criterios
urbanísticos, que incluían “la plaza, la iglesia, el ayuntamiento, la cárcel,
el mercado, el matadero y el hospital”.
Como detalla Porfirio Sanz Camañes en su ensayo: “Las
Ciudades en la América Hispana Siglos XV al XVIII”, el modelo sevillano influye
en esas normas.
En 1533, se promulgan las “Leyes de Indias”, y casi todas las
ciudades fundadas toman el modelo “visigodo” de Sevilla, de manzanas en damero.
En 1573, Juan de Garay funda Santa Fé, y si bien ya han sido
fundadas casi todas las ciudades principales de cada Virreinato, es recién en
ese año, que se conocen las “Ordenanzas de Descubrimiento”, libradas por Felipe
II, regulando futuras fundaciones.
Garay en 1580, funda la “Ciudad de la Trinidad, y Puerto de
Nuestra Señora del Buen Ayre”, de acuerdo a los criterios ya vigentes,
asimilando su planta, al esquema propuesto para una ciudad marítima, (porque le
adjudicaban al Río de la Plata, condiciones similares, dado su ancho poco común),
si bien no encuentra sitios con altura, para instalar el Fuerte.
División en "suertes" de Garay
Su nacimiento como asiento intermedio, en el camino a las
Sierras de la Plata, y a la ya crecida Asunción, la valorizan como puerto, pero
no tanto como ciudad; la presencia del Riachuelo de los Navíos, cubre en forma
natural, la primera de las necesidades, y relativiza el valor urbano, pero allí
curiosamente, de esa debilidad, nacerá su poder, como depósito también
intermedio, de mercaderías entrantes y/o salientes.
Garay cumple, en disponer Catedral y Cabildo, bordeando la
Plaza Mayor, y desplaza hacia la barranca el Fuerte, dándole la manzana
intermedia entre el mismo y la Plaza Mayor, al Adelantado (estaba preso en ese
momento) y a la orden de los Jesuitas.
El avance de la importancia de las órdenes religiosas, en el
proceso colonizador, es ya notorio, y se manifiesta en los amplios y
prevalecientes solares que Garay brinda a dichas órdenes.
Su presencia será luego determinante en los sistemas
constructivos de la aldea, tanto en iglesias como edificios públicos.
Pero la construcción particular, funciona por otros carriles.
La piedra es escasa, y se la debe traer de la otra orilla, o
de Martín García, pero la tierra admite su uso para levantar tapias, o fabricar
adobes o ladrillos.
Las tejas escasean y recién en 1608, arribará a la ciudad un
tejero (Fernando Alvarez) que pese a ser portugués, es admitido como ciudadano,
por la inexistencia de oficiales tejeros.
Por el mismo año Hernandarias, (yerno de Garay) que ha hecho
su “cursus honorum” en Santa Fé, arriba como Gobernador a Buenos Aires, y
comienza a reglamentar las construcciones, al tiempo que reparte nuevas
suertes, como lo muestra el plano de Ozores, muy posterior.
¿De donde provienen sus nuevos pobladores?
Al flujo fundador, proveniente de Asunción, le siguen muchos
españoles que parten de Cádiz, o Sanlucar de Barrameda, y que en consecuencia
provienen en su mayoría de Andalucía.
Sevilla es por entonces la ciudad modelo a seguir, y su Casa
de Contratación será el factor de influencia directa sobre las obras en las
colonias.
Sevilla en 1588
Buenos Aires copia hasta los usos en la vestimenta, de la mujer andaluza.
Simultáneamente, al cortarse el interés por la llegada a
Potosí, ya dominada por la corriente fundadora del Pacífico, Buenos Aires
empieza a crecer por su comercio de cueros y requiere materiales que cuando no
llegan de España (como el hierro) se traen de Brasil.
Los portugueses, como los andaluces, desarrollaron y en
algunos casos, superaron los sistemas constructivos moriscos, en temas como la
cerámica, el uso del agua, o la utilización de cal como ligante, y pintura.
Cuando el hierro bruto o forjado llega de España,
(especialmente la herrería blanca y negra) su origen es prevalecientemente
andaluz, sobre todo a partir de mediados del siglo XVII.
Los oficiales de rubros de la construcción, reciben como en
Andalucía, el nombre de alarifes, (del árabe al = el; arif = experto) denominación
que subsistirá en las actas del Cabildo, hasta el fin del período colonial,
independientemente de su especialidad.
Durante dos siglos esos alarifes, se quejarán de la lentitud
de los peones locales, para que sigan llegando “compadres” de la metrópoli.
2) Los Virreyes y las Ordenanzas
En un brillante trabajo, Teodoro Hampe Martinez de la
Universidad Católica del Perú (“Esbozo de una transferencia Política:
Asistentes de Sevilla en el Gobierno virreinal de Méjico y Perú”) demuestra que
de los 24 virreyes que fueron nombrados en México (Nueva España) y Perú (Nueva
Andalucía) 10 cumplieron funciones en ambos virreinatos, y cinco de ellos,
previamente habían actuado como ASISTENTES en Sevilla.
Grabado de Sevilla en 1593
Es relevante para nuestro trabajo, que esos 5 virreyes con
antecedente en Sevilla, gobernaron después de la fundación de Buenos Aires por
Garay en 1580.
Lorenzo Suarez de Medoza, Conde de Coruña (ofició sin cargo,
y lo confirmaron en 1583, pero ya había muerto); Fernando de Torres y Portugal,
Conde de Villar (1585-1590); Juan de Mendoza y Luna, Marqués de Montesclaros
(1607-1615); Diego Fernandez de Córdoba Marqués de Guadalcázar (1622-1629)
García Sarmiento de Sotomayor, Conde de Salvatierra (1648-1655), fueron primero
ASISTENTES en Sevilla, luego Virreyes de Nueva España (Méjico) y en las fechas
citadas, virreyes del Perú, con ascendencia sobre Buenos Aires.
Tomas Hanke (historiador norteamericano) estudió los
intercambios epistolares y rendiciones de los virreyes de la colonia y la
metrópoli, así como lo expuesto respecto
al manejo colonial, en los juicios de residencia.
Ambos estiman que la experiencia previa en Sevilla, de estos
personajes, (todos de origen noble, y actividad militar, sin experiencia previa
administrativa) les nutrió del conocimiento del sistema comunal sevillano, y su
implementación, que trasladan a América.
En efecto Sevilla, brindaba a los Cabildos, un poder superior
al que le otorgaban otras ciudades de España, y colocando los ASISTENTES (que
eran a la vez representantes del Rey) al frente, superaban las luchas de los
nobles de cada familia por dominar el poder, como ocurría en esas otras
ciudades.
Con ese modelo, los Cabildos son la base de las normativas
locales (por supuesto inscriptas en las Reales Ordenes) especialmente en lo
edilicio y urbano, y ellos serán los responsables de proponer y/o convalidar
los Bandos de Buen Gobierno, de Gobernadores o Virreyes.
En 1550 Pedro de La Gasca, Virrey del Perú, dicta Ordenanzas
para el ámbito a su cargo, acercando esas normas a las vigentes en España,
sobre todo en la disribución con calles en damero, que Alvarez de Toledo,
mejoraría en 1573, con las “Ordenanzas del Perú para el buen Gobierno”,
llamadas “Ordenanzas de Toledo”, en cuya
redacción se lució Pedro Sarmiento de Gamboa, cartógrafo e historiador.
A su vez, las normativas que a veces los Reyes remiten para
un tema exclusivo y local, se van recopilando, para unificarlas, como en 1680
(en 24 títulos): y luego en 1790 (con 25 títulos), pero considerando los
criterios de especialistas americanos como Manuel José de Ayala, que conocen
mejor las particularidades, de la construcción en el nuevo continente.
{Manuel José de
Ayala (nacido en Panamá), muere en 1807, pero desde 1778, figura como
recopilador de Leyes de Indias, desde la última recopilación oficial efectuada
en 1680, y Carlos III, lo considera y le da un cargo fundamental, Secretario de
la Comisión Legislativa, que reuniendo las leyes debe elaborar un Código
Unificador].
En este último caso, se recopilan y unifican las Leyes en un
proceso que va desde 1780 a 1790, en que se edita el primer libro del Nuevo
Código de Leyes de Indias, sancionado por decreto Real en 1792.
3) Las Instituciones y sus consecuencias
Si descontamos el Mar Cantábrico, Portugal “roba” a España,
el 70% de su cara enfrentada al Océano Atlántico; solo se asoma por el norte
Galicia, cuyo puerto histórico se ubicó en Coruña, y por el sur Andalucía, con
varios puertos menores, y Cadiz y Sanlucar de Barrameda, como puertos de
ultramar.
Casi con la misma configuración, se ubican en 1500, las
proyecciones hacia las colonias
americanas; el Caribe bajo control español, toda la costa de Brasil, bajo
dominio portugués, y desde Río Grande hacia el sur, reaparecen las colonias
españolas. Brasil extiende los límites para Portugal, que fijara el Tratado de Tordesillas.
Concientes de la relación directa con las Indias
Occidentales, que tenían esos puertos, y la ventaja de Sanlucar de Barrameda,
que por la navegabilidad del Guadalquivir, estaba conectado directamente con
Sevilla, los Reyes Católicos deciden instalar en 1503, la Casa de Contratación
de Indias, directamente en Sevilla.
El hecho de estar en el interior de la península, protegía el
acceso y salida de expediciones, y valores, y la tranquiidad de las
negociaciones previas y posteriores.
Por allí ingresaría la mayor cantidad de oro y plata que
proveyeran esas colonias, y se llegaría a contratar casi todo el comercio de
ida y vuelta entre metrópoli y colonias. La Torre del Oro, aislada de la Muralla (torre albarrana) parece haber sido el depósito intermedio de los valores, arribados de las colonias.
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Torre del Oro y vista de la misma desde Triana, de la otra márgen del Río Guadalquivir
En 1580 debido a la proliferación de navíos sin permiso, se
ordena la exclusividad de Sevilla, en la contratación de cualquier viaje
comercial a Las Indias, y en 1583, se crea un tribunal para hacer cumplir la
obligación, que en 1585 ya figura en las Leyes de Indias.
Eso hubiera condicionado el crecimiento de Buenos Aires, si se
hubiera cumplido a rajatabla; pero el contrabando en navíos sin permiso, nació
casi con la ciudad.
En cambio ligó aún más a la arquitectura urbana de la villa
creciente, con las imágenes y las normas que regían en la perla de Andalucía.
Recién en 1717, se traslada a Cádiz, sin que Sevilla perdiera
su condición de nexo con las colonias, a través de las empresas comerciales que
ya la tenían como centro.
4) El interior y el exterior
El árabe, habitante sempiterno del desierto, siempre priorizó el tratamiento de los
interiores, por encima de los exteriores, y Sevilla hasta 1500, no se apartaba
de esa línea.
Las viviendas, en algunos casos superhabitadas de los menos
pudientes, se abrían en amplios patios interiores (los llamaban corrales) donde
se cruzaban e intercambiaban socialmente.
En los palacios, esos patios lucían fuentes, aljibes y
vegetación, que los altos muros, ocultaban del exterior.
Las Ordenanzas de Sevilla, recopiladas en 1527
citan como variantes:
Casa común, que tenía portal, sala y los
departamentos que "el señor demandase"
Casa principal, con salas, cuadras, cámaras y
recámaras, portales, patios y recibimiento.
Casa real, con análogas dependencias, de "todos
los miembros que pertenezcan a casa de rey, príncipe o gran señor".
La relación con las colonias, y la llegada de la plata y el
oro, transforman Sevilla, a lo largo del Siglo XVI, y las casas empiezan a
mostrar buenas resoluciones de fachadas. Entre 1561 y 1588 se levantaron en Sevilla más de 2454 nuevas
casas, sobre todo en Triana (900) y San Vicente (742).
En 1547 Pero Mexía
comenta que: "de diez años para acá todos los vecinos labran
sus casas a la calle y se han hecho más ventanas y rejas que en los treinta
años anteriores”.
Sevilla pasa de 60000
habitantes a 120000 a lo largo del Siglo XVI.
{Los medios digitales permiten
recrear imágenes de la Sevilla de 1500, como lo han hecho en una serie española
denominada “La Peste”, recordando un flagelo, que asolara la ciudad en aquel
impactante siglo XVI. Puede verse en You Tube, parte de esa recreación}
O sea que la relación con las colonias ha sido beneficiosa para Sevilla, y ese crecimiento, vuelve a las colonias a través de sus alarifes. Buenos Aires es una de las que los reciben, a partir de 1598, con la similitud de tener un río, que la comunica con el mar, y la salvedad de no tener muralla, como la ciudad española.
Sevilla se le parece, en la
condición poco comun entre las ciudades españolas, de estar en una planicie,
rodeada de terrenos aptos para la siembra y provisión.
Buenos Aires aporta los amplios lotes disponibles, para favorecer la construcción de sus edificios públicos
Como en Sevilla, los patios
amplios con sus aljibes, bordeados de habitaciones, coronan las casas de las
familias adineradas, y las ventanas con rejas casi siempre traídas de España,
las abren a la vía pública, cerrándose a esa vista, cuando los habitantes son
más humildes.
También como en Sevilla, los arcos de medio punto cruzados con los de ojiva, deprimidos y peraltados, se lucen sobre las fachadas, blanqueadas a la cal. Ambas lucirán los faroles de hierro en sus frentes, ya entrado el siglo XVIII.
La teja, de molde (galápagos)
o “a gamba” se observa también en las casas de alcurnia, escaseando en las
otras, que recurren a techos planos de doble enladrillado, generando aquí si,
una clara diferencia de la urbe porteña, con sus pares europeas.
Casa de la Virreina Vieja (viuda del Virrey Del Pino)
En 1750 se empieza a controlar las obras particulares por Arquitectos o Ingenieros de renombre, lo que se profundiza al crearse en 1776 el Virreinato del Río de la Plata, con sede en Buenos Aires
Esto se mantendrá, hasta los tiempos cercanos a la revolución, cuando ya desde 30 años antes, se había normatizado la obligación de presentar planos previos, que eran revisados y/o corregidos , por un ilustre portugués, capturado por Cevallos y valorado por sus continuadores, como Virreyes de Buenos Aires, Joseph Custodio de Saa e Faría, y luego por el ingeniero José Mosquera.
Esas “plantas e elevaciones” y los nombres de los “alarifes”
responsables, marcan claramente la similitud, con las construcciones andaluzas,
que le daban un perfil sevillano a la Buenos Aires del Siglo XVIII, y que solo
nos recuerda en parte, la Villa de Luján.
Ingeniero
Manuel Vila (2020)